… Pero, ¿por qué?...
Se había hecho
una costumbre acercarse a su ventana después de la cena. Esperaba a que la luna
apareciera en un punto en el que no forzara su cuello y la observaba hasta que
las lágrimas dejaran de brotar. Mientras que en el día su sonrisa se mostraba radiante,
como si aquél acto nocturno sirviera para purificar su alma –cosa que
evidentemente no era cierta–. No podía explicar por qué hacía eso;
Repentinamente, un día como cualquier otro, sintió que algo faltaba en su vida.
¿Podría recordar o encontrar sentido a su acción al contemplar la luna? Quizá
sí. Quizá no.
… ¿Desde cuándo?...
Pero todo era
tan confuso. Varias veces intentó dormir pero el sueño no llegaba a su ser;
parecía como si Morfeo se hubiese olvidado de ella. ¿Por qué sentía ese vacío?
Al cerrar los ojos unas imágenes aparecían muy borrosas en sus memorias.
Imágenes que le transmitían calidez, tranquilidad, seguridad y felicidad,
aquella que se escapaba con cada suspiro acompañado de tristeza y temor. Algo
–o alguien– hacía falta en su vida desde aquél día. En sus días libres buscaba
hasta el rincón más profundo de su hogar para tratar de hallar la razón de sus
lágrimas; Una libreta, una foto, una prenda, algo que regresara sus memorias a
la normalidad. Pero no encontraba nada más que polvo y cosas que creía
perdidas, como un pendiente o una nota del trabajo. Pertenencias que no tenían
ningún valor sentimental. Por lo que cada noche tenía que resignarse con
derramar aquellas cristalinas y saladas gotas.
De regreso a
casa, después de un arduo día de trabajo, era recibida por su mascota que había
rescatado en la calle. Extrañamente el rescate era parte de los recuerdos que
sentía perdidos. El ver al cachorro siempre le transmitía felicidad y, aquello,
pensaba que era normal pues siempre mostró un gran amor por los animales. Entraba
a su hogar, solitario y vació, preparaba algo de comer justo después de haber
colocado croquetas para su mascota. Caminaba hacia su habitación con el plato
en mano, con una comida ligera, y se sentaba para ver un punto en la pared sin
razón alguna, comiendo lentamente. De nuevo suspiró. Dejó el plato a medias y
se levantó hacia la ventana. Aún era temprano para dejar que sus lágrimas
salieran y, aunque quisiera adelantar el paso, éstas no salían por más que las
forzara. Resignada volvió a la cocina para mojar su rostro con un poco de agua,
secándose en seguida con una toalla, tapando su rostro por unos segundos –o
minutos– sin cambiar de posición.
De pronto
escuchó ladrar a su mascota, cosa que le extrañó, pues no escuchó el timbre del
departamento. Dirigió sus pasos hacia la ubicación del can, de forma lenta y
temerosa. Con la mirada recorrió la habitación en busca de lo que podría haber
provocado tal reacción en su mascota, pero todo estaba tranquilo a su
alrededor. Sin embargo, su compañero mostraba inquietud ante un pedazo de papel
sobre el suelo. La morena se arrodilló a un costado del animal, rodeó su lomo
con su brazo y acaricio su pelaje de forma lenta, tratando de tranquilizarlo,
al mismo tiempo que dirigía su mirada hacia aquél objeto. En un principio pensó
en la posibilidad de que fuese una de sus notas de trabajo, las cuales solía
dejar en cualquier lugar, pero cuando fijó su atención en la misma, observó que
era acompañada de una hermosa y blanca pluma. Tomó ambos objetos del suelo; sus
manos temblaban y su mente comenzaba a jugar con las imágenes borrosas que no
podía aclarar en sus recuerdos. Su corazón se aceleró. En la nota, las letras
que mostraban una hermosa caligrafía, redactaban una carta que parecía estar
dirigida hacia su persona. Con sus ojos cristalinos, comenzó a leerla:
Para la persona que alguna vez amé.
Quizá estés confundida, quizá tus
recuerdos estén borrosos y tengas un vacío que sientes no poder llenar.
No culpes a tu mente o a tu corazón de
ello, cúlpame a mí.
Yo he borrado todos y cada uno de ellos
por el temor a que terminaras odiándome por lo que hice.
He sido una cobarde desde el principio.
Pensé que sería lo mejor, pero fue un
error. No puedo permitir que derrames otra lágrima más.
A medida que vayas leyendo esta carta, tus
recuerdos irán cobrando vida y podrás recordar el rostro del ser que más daño
te ha hecho: Un ángel caído.
¿Por qué lo hice?
Hasta la fecha no dejo de pensar en el
enorme error que cometí al engañarte a ti. Perdí la razón y me dejé llevar por
la tentación.
Mi misión era protegerte y sólo logré
lastimarte.
¿Quién soy?
Mi nombre no es digno de pronunciar. Un
ángel que buscaba los fragmentos perdidos de sus memorias. Sí, así como ahora
lo haces tú.
Antes de conocerte, mi vida no era nada;
caminaba sin rumbo fijo. Pero, aquella noche en la que te enfrentaste a dos
desagradables humanos por salvar la vida de la mascota que ahora te acompaña,
aquella vez, mi vida cobró sentido.
Contigo viví los momentos más felices,
estaba en paz. Pero nadie me advirtió de las tentaciones terrenales, y la
conocí. Hermosa, de un cuerpo que me incitaba al placer.
Tú me dabas seguridad, pero ella me
llevaba a la locura.
No medí las consecuencias, pensé que podía
protegerlas, pero no fue así.
Tú me descubriste un día, mientras le
entregaba mi ser en la cama, en la que incontables veces nos volvíamos una. Rompí
tu corazón.
Aquella noche derramaste incontables
lágrimas, hasta que tu cuerpo no pudo más. Sin embargo tu dolor seguía
presente. Lastimaste tus hermosas manos al romper el espejo con tus puños,
quizá intentaste apagar la agonía de tu corazón con el dolor en el exterior.
Al verte dormida sobre el ventanal, me
prometí que no te lastimaría más. Coloqué mi mano sobre tu frente y, con
lágrimas en los ojos y mi corazón oprimido, borré tus recuerdos. Debía
desaparecer de tu vida.
Sin embargo, el verte cada noche desde el
ventanal, observar tus cristalinas lágrimas brillar con fuerza bajo la luz de
la luna, me ha conmovido y enseñado mi cobardía.
Y, aunque quisiera que no llenaras tu
corazón con resentimiento y odio, estoy preparada para recibirlos y vivir con
ello el resto de mi eternidad.
No negaré que te amé como a nadie más,
pero ahora sé que se puede amar de distintas formas.
Vive, ama a alguien más, pero no olvides
nuestro amor.
Sé que estarás mejor sin mí.
Te quiere y estima… H.
×~×~×~×
Las estaciones
pasaron frente la mirada de las personas, el frío invierno anunciaba le fin de
un ciclo. Sin embargo, el corazón de la morena resguardaba un cálido
sentimiento. Con el pasar del tiempo, sus emociones fueron cambiando, dejando
de lado el dolor y dando paso a la paz en su interior. A pesar de que, al
cerrar los ojos, sus recuerdos volvían de una vívida manera, ella pudo llenar
el vacío en su ser.
De pie, frente
la banca en la que tantas veces descansó en el hombro de su amada, y decidida a
cambiar y seguir su camino, colocó la pluma, la observó por algunos minutos y
secó la última lágrima que brotaría del recuerdo de aquél ángel. Sabía que el
camino que le faltaba por recorrer sería difícil y duro de atravesar sola, pero
había dado un enorme paso, había dejado atrás un enorme peso; había dejado sus
resentimientos en aquella hermosa pluma que ahora se balanceaba con el viento
hacia una nueva dirección.